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V. JUNIO 1973 ‑ JULIO 1973

Maniobras y penurias

 

A mediados de junio de 1973 se produjo una huelga en El Teniente, la mina subterránea de cobre más grande del mundo ‑ como se dice ‑ ubicada a 120 kilómetros al sur de Santiago. Dicha huelga de sententa y cuatro días de duración significaba una inmensa pérdida de divisas y culminó en la "Batalla del Río Maipo", donde centenares de policías con tanquetes, en violentos enfrentamientos, trataron de parar infructuosamente la marcha de los mineros a Santiago. El incidente muestra que estos obreros, tradicionalmente izquierdistas, ya no estaban a favor del Gobierno.‑

El intento de un regimiento blindado de provocar un golpe de Estado el 29 de junio de 1973, el llamado "tancazo", despertó mucha alerta hacia las FFAA, pese a que el intento fracasó por intervención personal del General Prats, Comandante en Jefe del Ejército, el mismo que con su entrada al Gobierno como Ministro del Interior, solucionó el mencionado Paro de Octubre y garantizó las libres elecciones de marzo. Por su actitud honorable y fiel al Gobierno legítimo lo insultaron muchos de la Oposición, mientras la Izquierda suponía que con él a la cabeza, las FFAA al menos serían neutrales en el conflicto político. Cuando Prats finalmente renunció, pocos días ante del golpe de Estado, le sucedió Pinochet (que meses más tarde ordenó la colocación de explosivos en el auto del General Prats haciendo volarlo junto con su esposa). ‑

Hacía meses que se había empeorado rápidamente la situación de la ciudanía y con la creciente escasez de casi toda mercancía, a uno le costaba muchos esfuerzos y astucia defender la subsistencia.

La falta de productos alimenticios se debía, por una parte, al deterioro agrario y ganadero, arriba mencionado, y por otra parte, a un desabastecimiento artificial, fuera por razones políticas, para provocar la caída de Allende, o fuera por que la gente compraba y acaparaba lo que podía. En todo caso, la consecuencia fue, que mucha mercadería desaparecía del mercado oficial, a precios fijos. A veces emergía lo desaparecido de nuevo, al "mercado negro", que surgió en aquella época. Así se lo conseguía "por debajo del mostrador", pero ahora a precios de 5 ‑ 10 veces más caros.

El control de precios por inspectores del Gobierno no funcionaba nunca y fue combatido fieramente por los comerciantes, igual que el abastecimiento directo de consumidores por instituciones de Gobierno o de los movimientos políticos, como las Juntas de Abastecimientos y Precios (JAP). Esto funcionaba solamente en ciertas zonas de su influencia como p.ej. en muchas poblaciones. –

En algo se puede entender al comerciante que tenía que pagar anticipadamente su mercadería y con la inflación galopante no recuperaba el costo de reposición, si la vendiera a los precios fijos autorizados.‑

En la medida que se agudizaba la escasez, fueron creciendo las filas de compradores. Mucha gente "hizo cola" por horas, medio día o día y noche para conseguir 2 litros de aceite, 2 kg de azúcar o arroz o uno a dos pollos. Aunque parezca un poco cínico decir, la verdad es, que se formó una nueva "profesión", "el colero". Este vendía su puesto muy adelantado en la fila o hacía cola con otros miembros de su familia, porque las ventas eran per cápita. Lo adquirido se vendían a precios altos, que les producían muchas veces más dinero que sus trabajos verdaderos.‑

Mucha importancia cobró el "mercado negro de dólares". El dólar debe haber costado 250 Escudos chilenos al comienzo del período de la UP pero ya en julio 1973 costaba 3500 Escudos. La inflación sólo en 1973 alcanzó más que 1% al día. Consecuentemente se caculaba las ventas que no tenían precio prefijo, solamente en dólares, p.ej. sitios, automóviles o cosas importadas (Las importaciones son de suma importancia en este pequeño país, donde no existe producción nacional para muchos artículos por falta de un mercado apropiado.). Cada cual trataba de cambiar en dólares su moneda nacional excedente o de comprar bienes, como automóviles que apenas perdieran su valor.‑

Visto al revés, ello significaba que se podía vivir con unos pocos dólares al mes. Esta ventaja la tenían los diplomáticos y el personal extranjero, pagados en moneda dura o aquellos que recibían dólares de algún pariente en el exterior. Las personas con salarios fijos, como los profesores, tenían entonces ingresos que, expresados en dólares, no superaban los 5 a 10 dólares al mes, lo que significaba, que les costaba un gran esfuerzo, comprar p.ej. un repuesto para su viejo vehículo.‑

En tales circunstancias el país iba a la bancarrota. Por falta de repuestos o materias primas indispensables (y a veces sencillamente por paros y reuniones interminables de los empleados y obreros), se fueron paralizando también muchos servicios. A los laboratorios y clínicas les faltaba de todo. Hasta los alimentos básicos tenía que importarlos el gobierno en este país, virtualmente tan rico! Por eso se agotaban y faltaban las divisas necesarias para los servicios, la inversión y la producción. Al final ni siquiera alcanzaban para "comerselas". La situación se había tornado tan extrema, que tres días antes del golpe, el 8 de septiembre de 1973, Allende confesó, que el stock de harina alcancaría sólo para 3‑ 4 días más.‑

Ya desde 1972 se hacía sentir en la población una sensación de desesperación y de profunda tristeza por una vida diaria tan difícil, una angustia por los bienes propios, por un futuro incierto, por el desorden y el terror en la calle, la falta de respeto a las órdenes de las autoridades cívicas, la falta de una autoridad moral, la "politiquería" y las campañas de calumnias y mentiras.

Más de 15 000 profesionales ya habían salido del país, otros se aprestaben a salir. Al mismo tiempo había entrado mucha gente, o emigrantes y perseguidos de otros paises sudamericanos o enviados de paises socialistas.‑

Como desahogo frente a la agonía, que sufría el país, y como un pequeño índice de la desesperación, aparecía el hecho de que la gente no ahorraba nunca nada, sino gastaba hasta su última plata, p.ej. en los restaurantes, siempre repletos, ‑ también porque tenían comida aún hasta el último día del régimen, que ya se vaticinaba. Muchos se apresuraban a apostar acerca de cuándo y cómo terminaría "todo esto". El colapso era cuestión de corto tiempo para la muchedumbre.

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